A mediados de los 90, la Web ya no es exclusividad de la comunidad científica, y tiende a ofrecer contenidos que puedan captar el interés de cualquier usuario. Esto origina la necesidad de mostrar en un documento web nuevos recursos, algo que favorece los intereses de empresas como Microsoft y Netscape que aceleran esta tendencia compitiendo con sus navegadores por desmarcarse de su rival creando nuevas etiquetas que permitan mostrar más recursos. Esto en sí mismo no es malo, pero muchas de las nuevas etiquetas no forman parte de ningún estándar y esto sí supone un grave problema ya que solo funcionan en sus respectivos navegadores Explorer y Navigator, lo cual genera nuevas dificultades y costos de desarrollo, y lo peor es que se desvía del propósito inicial de “intercambio de información sin barreras de accesibilidad”.
El gran crecimiento de la Web impulsado por las buenas perspectivas de negocio del momento agrava el problema incrementando la utilización de estas etiquetas y propiciando malas prácticas de desarrollo centradas únicamente en resultados estéticos como la utilización inapropiada de algunos elementos. Especialmente notorio es el caso del elemento “table” sobre el que suele recaer el peso de la maquetación cuando esta etiqueta solo está indicada para mostrar datos tabulares.
Estas tendencias fragmentan la Web, y dificultan el acceso a la misma, ya que no se tienen en cuenta las ayudas técnicas para personas discapacitadas, ni cualquier otro dispositivo que carezca de la tecnología propietaria necesaria para visualizar todos los contenidos.